TERCIO DE NUESTRA SEÑORA DE RONCESVALLES

 

La Señora del Pirineo

En el altar mayor, se alza majestuosa la imagen de Santa María de Roncesvalles. Se trata de una talla de madera de cedro, sedente sobre la tradicional arqueta, que está adornada en su parte posterior por relieves que representan a San Miguel, San Pedro y San Pablo. La imagen, que va revestida enteramente de plata, a excepción de las manos y de los rostros, sostiene al niño con la mano izquierda. Realizada en Toulouse a mediados del S.XIV, sustituye a la imagen románica que presidió el templo edificado por el Obispo de Pamplona, Sancho de Larrosa. Esta Virgen, que despierta gran devoción entre los  peregrinos de la Ruta Jacobea y entre los habitantes de la montaña navarra, es venerada cada año por miles de creyentes. En las romerías, que se suceden con la llegada de la primavera, los vecinos de los valles próximos acuden al santuario en romerías festivas y penitentes, que constituyen la mejor manifestación de fe y recogimiento. El desfile es todo un ritual encabezado por las cruces parroquiales. A continuación, le siguen dos filas de entunicados que portan las cruces sobre sus espaldas y otras dos filas de mujeres que, descalzas, atraviesan los municipios rezando antiguas preces. Las corporaciones municipales que acompañan a las comitivas van ataviadas con sus correspondientes trajes de gala. Cuando llegan a la Colegiata, depositan sus varas de mando sobre el altar en señal de ofrenda a la Virgen. Tras cantar la Salve Regina, se celebra una misa y posteriormente una comida de hermandad entre los asistentes

 

 
En Roncesvalles los peregrinos tenían
derecho a permanecer tres días.

la casa-hospital de Roncesvalles tenía fama por la generosidad y buenos cuidados de los peregrinos. Lo constata un poema latino anónimo del siglo XIII, “La Preciosa”. Allí la gente sentía las cosas de otro modo, en un entorno ensalzado por los relatos medievales. Arroyos, prados y laderas encarnaban el recuerdo permanente de la agonía y muerte del conde Roldán. Los peregrinos se iban de Roncesvalles con vivas muestras de agradecimiento, que en muchos casos se tradujeron en donaciones provenientes de los rincones más apartados de Europa. La marcha a Santiago se reanudaba con las primeras luces del alba, caminando entre campos y bosques hasta el Burgo de la Plana de Roncesvalles, primer poblado al pie del Pirineo, que el auge vertiginoso que había cobrado el enclave hospitalario en torno a la colegiata lo obligó a llamarse Burguete, topónimo que hoy comparte con el euskérico Auritz. Muy cerca está Espinal, pueblo trazado a un lado y a otro de la ruta jacobea, fundado por el rey Teobaldo II en 1269 en las inmediaciones de la mansión romana de Iturissa. De ahí, los caminantes pasaban a Mezquíriz, Viscarret y Linzoáin, tres poblaciones del valle de Erro, de cuya jurisdicción dependieron en un tiempo todas las tierras y montes hasta cerca de la localidad francesa de Uhart-Cize. Viene a continuación el último de los puertos, el de Erro, por el que adentrarse en el llano de Esteríbar, valle del Arga, el río-arteria de Navarra que habían de cruzar por las localidades de Zubiri, Larrasoaña y la misma Pamplona. De la capital del viejo reino, el camino genuino de los peregrinos partía en dirección a la foz de Osquía, y por los valles de Araquil, Tierra de Aranaz y Burunda, flanqueados por las sierras de Andía-Urbasa y Aralar-Altzania, atravesaba la llanada de Álava hasta salir a tierras castellanas por el desfiladero de Pancorbo, uniéndose en el nudo de Briviesca a la ruta de Tarragona a León. Pero conforme la Reconquista iba ganando tierras a los moros, los reyes empezaron a vislumbrar las ventajas que se derivaban del paso de los peregrinos. La ruta experimentó entonces calculados desvíos, que aún perduran, como el que promovió Sancho el Mayor desde Pamplona al puerto del Perdón, la Valdizarbe y Obanos, lugar donde se fundía con la ruta tolosana de Somport. No hubo tal encuentro de caminos en Puente la Reina, como suele decirse; la traducción ‘ad’ de los textos latinos más antiguos es ‘hacia Puente la Reina’.

 

Redondo y Zavala nos cuentan en su Libro "El Requeté" La tradición no muere

El Tercio de Roncesvalles, que era uno de los últimos formados, y que se componía en su mayor parte, de hombres ya maduritos y de jóvenes imberbes. Inicialmente -marzo de 1937- Había sido destinado a cubrir la frontera con Francia, pero después, tanto insistieron sus componentes en ir al frente, pues no querían que les llamasen emboscados, aparecieron entre sus GLORIOSOS hermanos de las Brigadas Navarras dispuestos a comerse medio mundo. Venían provistos de esos abrigos, cortas como chaquetones o pellizas caquis, que un día fueron reglamentarias en el Ejercito, y enseguida se les llamo por los demás Requetés "El Tercio de los Tabardos". Otros, peor intencionados, aludiendo a sus servicios pacíficos y reposados de fronteras, les llamaban "Tercios pies planos" , pero ellos cumplieron como buenos combatientes y auténticos BOINAS ROJAS por la Tradición, la Patria y el Rey..

Durante las Operaciones del frente de Vizcaya, llegó la Orden de que se retiraran del frente los combatientes menores de 18 años y los mayores de 40, Aunque muchos burlaron esta Orden y continuaron en sus Unidades, pero el Tercio de Roncesvalles tuvo que volver a sus antiguos e importantes cometidos. 

Del Libro de D. Emilio Herrera Alonso LOS MIL DÍAS DEL TERCIO NAVARRA (Af. Editores).

Estando el Tercio Navarra en Boadilla del Monte las bajas han sido cubiertas con Requetés de la Compañía de Nuestra señora de Roncesvalles y de la Compañía de Requetés del Batallón de Montaña Sicilia nº8......

 

Página Principal de Tercios Requetés