Artículo de Ignacio Romero Riazábal, publicado en "EL PENSAMIENTO NAVARRO", de 28-10-1938.
Siempre es un plan la cena de "Las Pocholas". Y con Antonio Lizarza, más. La absurda y peligrosa novela de su vida desde que vino la República, deja en pañales a las mejores películas de miedo y hace imposibles los claros en la conversación con quienes no le vemos con frecuencia, en esas catacumbas a plena luz, que los socialistas denominan "La clandestinidad".
Su odisea pavorosa en la cárcel Modelo, en Checas, en embajadas, por las rutas de pesadilla de la anti-España viva...
El caracter navarro, por otra parte no es propicio a la fantasía, pero, a pesar de todo, le hemos dicho con sorna: No te enfades, Antonio. ¿No hay exageración en eso?. Se ha parado de golpe. Alto, fornido, musculoso, me clava sonriente la mirada brillante de sus ojos azules. Lo mismo puede echarse a reír que sacudirme un puñetazo.
¿Exageración?. Ha preferido encogerse de hombros y seguir el paso.
-- Es que es maravilloso. Una organización de Requetés en la cárcel Modelo, con órdenes, con Jefes, con objetivos.....mientras todas la noches se os iba matando gente..
-- Y de Falange y de Renovación Española, para que te maravilles más...
-- Claro; el temor a una asalto de las turbas hizo que nos organizáramos. No íbamos a morir como pobres conejos...
-- Era bonito. Cada cinco hombres dependían de un cabo; cada tres cabos de un Sargento. Las listas las escondía cada cual en las grietas de las paredes. En las celdas reunimos un buen número de botellas vacías, como un tesoro. Eran nuestro arsenal de armas y depósito de municiones para cuando llegase la ocasión.
-- Y los mandos de más arriba.
-- Después de los Sargentos sólo teníamos un Capitán. Uno por cada grupo. Es decir Requetés, Falangistas y Renovación Española. El nuestro era un muchacho muy majo, Capitán del Ejercito que se llamaba Alejandro Urzáiz.
-- ¿Que se llamaba?
-- No he vuelto a verlo desde entonces. Sé que se refugió en una embajada, pero ¡Vete a saber lo que habrá sido de él!. El de Renovación era otro militar: José Bravo, que asesinaron en una de las "sacas" a primeros de noviembre. Del grupo Falangista, Gerardo, también un excelente chico.
-- ¿Tenías un triumvirato?.
-- No los capitanes dependían de mi directamente.
-- ¿Erais mucho afiliados?.
-- ¿Muchos? Bastantes... la galería nuestra, la de políticos, tenía 1500 presos.
-- ¿Pertenecían todos a la organización?
-- ¡NO! hubiera sido malo. No habría habido entonces pelotilleros ni traidores. El Jefe responsable de la Prisión era una mala bestia. Un tal Vergara que conmigo se portó bien, por cierto. Pues un día corrió la voz de que se lo llevaban al frente y unos cuantos "adhesionistas" propusieron que se hiciera un escrito para pedir que se quedase. Una vergüenza, ¿No?. Naturalmente no lo firmamos. Y eso que uno de los que pudiéramos llamar diputados-autores del proyecto era un fraile muy conocido en Navarra al que acabaron fusilando. En una de las sacas, se olvidaron del último, que era un Requeté, y se paso unos cuantos días escondido dentro de la cárcel sin que nadie lo delatara. Por las noches, en los tejados. Le llevábamos la comida. Hasta que lo encontraron.
-- ¿Lo matarían?.
-- ¡SI! ¡Que buen muchacho! Otro, un tal Pozas, hijo del Teniente Coronel ayudante de Mola, que murió con el General al ocurrir el accidente, al preguntarle la filiación política, dijo que era tradicionalista, y que pensaba seguir siéndolo.
-- ¿Le matarían en el acto?.
-- ¡No!; murió meses más tarde aplastado por un camión en el mismo patio de la cárcel. Entonces dijeron, impresionados por su tranquilidad: Así debían ser todos.
-- ¡Que pena!, comentamos. Entre los frentes y las cárceles rojas, hemos perdido lo mejor de España.
Me dan un fuerte manotazo en un hombro. Es Lizarza que, antes de contestarme se sonríe y enseña su dentadura con reflejos de oro.
-- No lo dirás porque tú y yo no hemos salvado.
-- No me has dicho cuántos erais los afiliados.
-- Alrededor de 400.
-- Y ¿había muchos requetés?.
-- ¡Si! unos 200; Renovación, con los Albiñanistas de 60 a 80; y Falange, unos 160.
Lizarza se ha parado ante un hombre de su estatura y complexión. Aquél, con uniforme de Requetés, en el que he visto las tres flores de Lis, de oro, sobre aspas rojas. Este, de Regulares, con estrella de Comandante. A un metro de distancia, frente a frente, se miran.
-- ¡Enchufado!.
-- ¡Rojo!
De repente, de golpe, se han incrustado en una abrazo. Se dan palmadas en la espalda. Ríen.
-- ¡Antoñito!.
-- ¡Querido!.
En cuanto e separan, mi amigo me presenta de manera poco protocolaria.
--¡Hombre, a propisito... Aquí, Alejandro Urzáiz, el Comandante Urzáiz.
No pude por menos que asombrarme.
-- ¿El Comandante Urzáiz?.
-- Pareces tonto....¡Claro, el Capitán de aquellos Requetés de la cárcel Modelo!